Las bibliotecas: ventanas al mundo.

sábado, 2 de marzo de 2013

ESCUCHAR

ESCUCHAR.
 
 
 
 
Escuchar es una capacidad natural del ser humano, y que la falta de escucha nos hace actuar contra nuestra naturaleza y nos aísla de los demás. Escuchar nos ayuda a conectar y a ser conscientes de la realidad en la que estamos inmersos. Nos ayuda a establecer conversaciones con nuestros semejantes, conversaciones sobre las que coordinar acciones y construir proyectos que nos acerquen a mejores futuros.
También nos ayuda a empatizar, a conectar con las emociones de las personas de nuestro círculo. Y a conducir estas emociones para que no sean un obstáculo a la hora de conseguir nuestros objetivos.
 
 

 
 
 
 
 
Tres consejos.
Bernard Ferrari nos da sólo tres consejos si queremos mejorar nuestras habilidades de escucha.
El primero está relacionado con el respeto: no escuchar desde el respeto ni mostrar respeto hacia nuestros interlocutores distorsiona la conversación y deteriora nuestras relaciones.
El segundo está conectado con el silencio: la conversación es una oportunidad para pensar juntos, no para imponer nuestras ideas o para dar a conocer nuestro status, de ahí la necesidad de respetar un espacio de silencio donde el otro pueda procesar sus opiniones y sus ideas.
Finalmente la escucha debe estar abierta a la posibilidad de desafiar y revisar nuestras creencias y las de nuestros interlocutores. Sobre todo aquellas creencias que nos limitan y nos alejan de nuestra capacidad de lograr nuestras metas.
Si hasta aquí ha encontrado información que puede ayudarle a mejorar sus hábitos de escucha, también puede ser interesante la reflexión en torno a los enemigos de la escucha.
Los malos escuchadores.
 
 
 
nos presenta seis malos escuchadores (bad listeners) que pueden ayudarnos a detectar qué comportamientos nos alejan de la escucha y distorsionan nuestras relaciones personales y profesionales.
El opinador:
El primero de ellos es el opinador. Un opinador escucha simplemente para determinar si las ideas de los demás coinciden con lo que él considera que es es cierto. El opinador no escucha con la mente abierta, simplemente se limita a confirmar si sus ideas (su verdad) coinciden con la de sus interlocutores.
El gruñón:
Por su parte, los gruñones son personas que escuchan desde la creencia de que los demás están equivocados. Escuchan con desprecio, considerando que la conversación es un mal necesario, lo que distorsiona la comunicación en las dos direcciones.
El retórico:
Algo parecido sucede con los retóricos. Un retórico utiliza la conversación para enviar advertencias o para generar respuestas determinadas, lo que acaba atrapando a sus interlocutores en una comunicación en una sola dirección.
El perseverante:
Hay personas que hablan mucho sin decir nada. Definen y ajustan sus ideas sobre la marcha convirtiendo la conversación en un ejercicio iterativo que no avanza. Ferrari los denomina los perseverantes, si habla con uno de ellos acabará teniendo la sensación de que cada uno mantiene una conversación diferente.
El hombre-respuesta:
En nuestra galería de enemigos a la escucha podemos encontrarnos también con los hombres respuesta. Un hombre respuesta es una persona programada para dar soluciones, incluso antes de que haya habido un consenso sobre cuál es el problema. Su única motivación es la de agradar e impresionar (no vaya a pensar que es la de dar soluciones) Por ello tiene respuestas y réplicas para cualquier objeción o argumento que podamos plantearles.
El impostor:
Finalmente, el último de los malos escuchadores es el impostor. Un impostor tiene todo el lenguaje corporal de la persona que está implicada en la conversación en cuerpo y alma. Sin embargo no están interesados en lo que dicen sus interlocutores e incluso es posible que ya hayan tomado una determinación.
Podemos aprender mucho todas estas personas. Lo primero es que no creen en la escucha ni en el poder de la conversación. No encuentran en ella lo que es: un espacio desde el que pensar conjuntamente. De lo contrario, acuden a la conversación como si esta fuera una obligación, un mal necesario. Qué manera de desperdiciar el talento.

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