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viernes, 8 de marzo de 2013

EDUCACION PUBLICA O PRIVADA

                                  EDUCACIÓN PÚBLICA O PRIVADA

A pesar que el discurso presidencial induce, expresa o desliza de manera soterrada, al decretar que las colegiaturas serán deducibles de impuestos en 2012 (cuando se declara lo gastado y retenido durante 2011) que la opción por la educación privada es encomiable al ser resultado de un gran esfuerzo y sacrificio de las familias que envían a más de 3 millones de niños a ese tipo de escuelas, “para que salgan adelante”, expresión lamentable al provenir del principal responsable de la calidad de la educación pública en México, para sorpresa de muchos la educación que se imparte en las escuelas privadas y públicas del país no es diferente: si es optimista usted, es igual de buena; pero si le da por la sombra, son muy semejantes en sus deficiencias.
Antes de mostrar la evidencia disponible para afirmar lo anterior, es menester hacer una crítica al presidente: los sectores con menos ingresos en México – digamos el 70% - no envían (casi) a sus hijos a los servicios privados. ¿De ello se sigue, porque no pagan colegiaturas, que no hacen un esfuerzo, y casi siempre mayor a los que usan los servicios privados? Si el indicador del esfuerzo es la proporción del ingreso que se gasta en la educación, el esfuerzo y sacrificio de los sectores menos favorecidos por mantener a sus vástagos en la escuela pública, sólo discursivamente gratuita (recordemos las “cuotas voluntarias” y los gastos asociados como materiales escolares y el vestido para el día de la independencia…) es muy grande y casi siempre mayor al de los sectores más acomodados, el restante 30%. Es más, la tasa de abandono de la escuela es incomparable entre los pobres y los que se califican de “ser de posibles”: por ello, el costo más grande en que se incurre en materia educativa es no invertir en ella, esto es, sacar a los niños de la escuela para que trabajen o, al menos, no gasten. Ese costo, que aparece como ahorro en la distribución del gasto por rubros, es una hipoteca impagable al futuro. Y son cientos de miles cada año, a pesar de las becas y poner más dinero en manos de la SEP y el SNTE, que no es equivalente a aportar recursos a la educación. Es más: ojalá el problema fuera de recursos…

Vayamos al asunto de este texto: el resultado del aprendizaje depende, en general, de tres grandes componentes: el origen social de los alumnos, las condiciones de contexto en que se encuentra el estudiante y la escuela, y lo que realiza propiamente el establecimiento escolar en las jornadas diarias. Hay dos modalidades en el análisis de las diferencias entre escuelas públicas y privadas:

1.- Si se considera que la educación privada es mejor que la pública, así, en general y sin matices, es porque no se consideran los otros dos factores: se enuncian cantidades de “puntos” y se dice que son datos duros y casi dogmas, cifras inequívocas, evidencias incuestionables.

Un ejemplo de esta actitud simplista es el siguiente: los estudiantes de las escuelas particulares que van en tercero de primaria obtienen, en el examen EXCALE – muy confiable – que realiza el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), entre 550 y 600 puntos en ciencias naturales; los que estudian en primarias urbanas se localizan entre 500 y 550, los niños de las rurales se ubican entre 450 y 500 y los que asisten a escuelas indígenas, no rebasan los 430 puntos, estando los más bajos un poco arriba de 350. Ergo: las escuelas privadas son mucho mejores: están a gran distancia de las otras modalidades públicas, y entre ellas, a años luz educativos de las escuelas indígenas, “que son malísimas”. Por ello, hay que migrar a las escuelas privadas, y pronto. (Aunque implique mucho sacrificio, diría Calderón, vale la pena…) Inobjetable.

Pero detengámonos en un asunto crucial: en términos del capital cultural de las familias y los entornos escolares la situación es paralela: a menor avituallamiento previo y de contorno para aprender, que tiene un indicador preciso (que va de -2.5 a +2.5) menos logro: los niños indígenas andan entre el - 2.5 y el -1 del indicador; los de las rurales del -1 al 0; los de las urbanas del 0 al 0.8 y los estudiantes de las privadas del 1 al 2, sin duda el más favorable. La desigualdad social pronostica casi de manera directa – salvo excepciones muy específicas – el alcance del aprendizaje. ¿Qué quiere esto decir?

2.- Que si tomamos otra actitud, más compleja en el análisis, y “asilamos” la incidencia, la fuerza o el impacto en el aprendizaje de la familia de origen, el contexto socio cultural y el tipo de escuela, ya sea pública o privada, en promedio, el impulso que la escuela – por sí sola – aporta al aprendizaje es muy similar. Es en ocasiones es tan parecido que estadísticamente no hay diferencia. ¿Entonces de qué depende que unos aprendan más que los otros? De los otros dos factores: la cuna y el contexto. En PISA 2009, las privadas sacaron muchos puntos más que las públicas, y lo mismo ocurre en otros exámenes… El origen sociocultural de los alumnos, y el contexto en el que se desarrollan – familiar y de entorno social – son los factores que producen las diferencias en los rendimientos. Origen es destino, casi siempre. La misma conclusión sostiene la OCDE. Es duro, y duro en otro sentido, este resultado.

Este análisis, que se puede replicar en sociedades con niveles de desigualdad agudos, como el nuestro, permite decir que el tipo de sostenimiento de las escuelas – público o privado – al ser semejante, no es la clave para elevar el nivel del aprendizaje. ¿Qué se compra, con grandes sacrificios al punto de decidir que se deduzcan de los impuestos alguna parte de los gastos, al enviar a los niños a las escuelas privadas, sobre todo las más caras? No más aprendizaje derivado del aula, sino mejores relaciones con sus pares, sus condiscípulos, y un certificado con mayor valor en el mercado. Se adquieren pasaportes al futuro, pues, para decirlo de una manera cruda, pero tan cierta: hoy, en México, “más vale tener conocidos que conocimientos.”

En consecuencia, se está dando un trato fiscal favorable a la reproducción de los sectores acomodados del país y a los que, con un esfuerzo (que sí han podido hacer desde hace tiempo), intentan codearse con ellos. La escuela, por sí misma y de todos sus tipos, está mal en México: no está siendo un factor que reduzca la desigualdad. Con este incentivo fiscal no sólo regresivo en términos económicos, sino profundamente desigual y equívoco en términos de horizonte social, de esperanza, el gobierno del PAN, y sus aliados del PRI en esta concepción – se enojaron porque les robaron la idea (!) – muestran sus intereses no solo electorales, sino de perspectiva para la nación.

Lo propio de un estadista es enfrentar, en serio, al “crimen organizado contra la inteligencia” que ocurre en las escuelas públicas, por el amasiato del SNTE y la SEP, y la “delincuencia caótica pero pertinaz” de la desigualdad social. Si la escuela pública fuese un factor de mucho peso en el aprendizaje, podría subsanar, en parte, las carencias de los sectores menos favorecidos. Para ello hay que atender y resolver cuestiones complicadas, riesgosas. No estamos frente a un estadista, sino frente a un político de miras cortas que en julio del 2012 ha puesto sus objetivos. Esa es su estatura, y la de sus posibles sucesores. No se vale, pero se impone su mediocridad.

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