Las bibliotecas: ventanas al mundo.

miércoles, 27 de febrero de 2013


¿Cómo se comunican los bebés?

Los gestos y sonidos son las únicas armas de que dispone un bebé para transmitir sus necesidades y emociones. Por eso, comprender qué significan los signos faciales de los recién nacidos es fundamental para entenderlos, puesto que, sólo llorando, los bebés pueden expresar miedo, enfado o dolor. Para lograr discriminar sus sentimientos en cada momento, se ha llevado a cabo un estudio pionero en España sobre la comunicación gestual y prosódica del neonato

La comunicación no verbal




Los recién nacidos no son capaces de sobrevivir sin la ayuda de sus padres o cuidadores. Pero al nacer, los bebés no pueden hablar, por lo que la comunicación no verbal es su única arma para lograr aquello que necesitan en cada momento: comida, bebida, cambio de pañales, dormir, etc.

Pero no sólo expresan necesidades básicas mediante gestos, el llanto o la risa, también sus emociones. Los gestos y sonidos revelan estados de ánimo, reclaman atención, mantienen el contacto interpersonal, o avisan de trastornos y desajustes. Esta capacidad innata se va desarrollando y se perfecciona conforme se hace más compleja la propia experiencia personal.

Durante la primera infancia, se manifiestan de forma muy similar emociones derivadas de diferentes estímulos. Por ejemplo, llorando, el bebé es capaz de expresar miedo, enfado o dolor. Sólo la maduración y el aprendizaje permiten que posteriormente se asocien determinadas expresiones con emociones concretas.

Desarrollo de las emociones

Cuando nacemos, no lo hacemos con un repertorio emocional completo, sino más bien todo lo contrario, es necesario que los procesos de maduración y aprendizaje realicen el desarrollo de las capacidades previas y necesarias que permitan que las emociones vayan aflorando.

Durante las primeras semanas de vida no aparecen verdaderas reacciones emocionales, aun cuando puedan aparecer gestos que nos hagan interpretar erróneamente su existencia. Los recién nacidos sólo son capaces de expresar el dolor físico.  El aprendizaje, la imitación de las personas mayores, la identificación empática y la educación van estimulando a los niños a medida que crecen a que respondan a los impulsos agradables o desagradables.

Durante los tres primeros meses de vida los procesos madurativos y de aprendizaje ya permiten la aparición de las emociones primarias: sorpresa o interés, alegría, asco, tristeza, ira y miedo.

Entre los dos años y medio y los tres, el niño toma conciencia de su identidad personal, es decir, de que es un ser diferente y diferenciado del entorno, y a partir de ese momento puede empezar a tener emociones sobre sí mismo como la envidia, la empatía o el azoramiento.

Posteriormente, cuando aprende e internaliza las normas de comportamiento social, sus emociones pueden referirse a sus propios actos, sintiendo orgullo, vergüenza o culpabilidad.

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